La avarca tiene su origen en el calzado de cuero ligado al pie con cuerdas o correas que utilizaba antiguamente la gente del campo. Su uso era muy extendido entre las campesinos y canteros de la isla, que se confeccionaban sus propios pares con la piel que tenían al alcance o con las suelas de cuero que compraban ya cortadas, a punto para montarlas en casa.

La avarca menorquina que conocemos hoy en día, –con suela hecha de neumático, con apertura en la punta y una tira que sujeta el talón–, se remonta a la segunda década del siglo XX, cuando se aprovecharon las ruedas inservibles para hacer estas sandalias, más resistentes e impermeables y, por lo tanto, adecuadas para los trabajos en las tierras de cultivo.

Durante las largas veladas de invierno era costumbre entre los campesinos hacerse o arreglarse las avarcas, si bien en los pueblos ya había pequeños talleres de zapateros que se dedicaban a fabricar para familiares y conocidos. Cada par se confeccionaba a medida, completamente a mano, desde el cortado de las pieles hasta el cosido de todas las piezas, usando herramientas tan sencillas como un punzón, un martillo, alicates y dedal para proteger las manos del hilo que enceraban con cerote para aguantar mejor las puntadas.

A finales de la década de los cincuenta, los propietarios de las fincas empezaron a disfrutar de tiempo de ocio a orillas del mar y encargaron a los zapateros artesanos una adaptación de las rústicas avarcas. Fue entonces cuando este calzado se refinó: tanto la pala como la tira se hicieron más estrechadas y se añadió una plantilla de piel encima el piso de neumático. Aquellos modelos atrajeron las miradas de los primeros turistas que llegaron a Menorca y compraban las avarcas entre los recuerdos de su paso por la isla.

Poco a poco, la avarca se popularizó como calzado veraniego. Junto los talleres artesanales, surgieron los primeros fabricantes que la comercializaron introduciendo la maquinaria para determinados trabajos como el cosido, y también los primeros imitadores fuera de la isla.

El gran impulso de la avarca de Menorca se produjo a finales de los años ochenta, cuando este calzado tradicional se rediseñó para convertirse en un producto de moda para hombre, mujer y niño. Se amplía la gama de colores y aparecen nuevos diseños –con pieles decoradas o con telas, rafias y esparto– que siguen las tendencias de cada temporada. Además del típico piso de goma, se han introducido también suelas microporosas y anatómicas para hacer que la avarca menorquina sea más cómoda y ligera, manteniendo su esencia de este calzado de referencia en verano al conjunto de las Islas Baleares que cuenta con fieles seguidores entre las personalidades más reconocidas.

El Consell Insular de Menorca, con la colaboración de la Asociación de Fabricantes de Calzado de Menorca, ha creado la marca de garantía “Avarca de Menorca” para distinguir en el mercado este calzado originario de la isla.

Las empresas que disfrutan de este distintivo acreditan la calidad del producto, tanto en sus materiales como en el proceso de fabricación, y su procedencia geográfica. El consumidor dispone, a partir de ahora, de una marca y un logotipo para identificar las auténticas avarcas menorquinas, un producto hecho en la isla con calidad garantizada.

Una comisión técnica velará por la concesión de las autorizaciones de uso de la marca y para la correcta aplicación para que los compradores tengan plenas garantías sobre la producción de la avarca de Menorca.

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